viernes, 21 de septiembre de 2007

Una voz desde el fondo del vaso

Un poco más rígido que de costumbre, no sentí la angustia de las agresiones culposas. Luego de un rato, y tras unos ligeros segundos de reflexión, me di cuenta de que las consecuencias eran sólo un pretexto para atemorizarme. El fin último es la muerte, y hacia allá nos dirigimos todos; entonces, ¿qué podría ser peor? Mientras estuviera vivo, y con la capacidad suficiente de inventar excusas supuse que podría estar bien. De repente mis sentimientos migraron sospechosamente de la vergüenza hacia el orgullo. Tomé un último trago y lo saboreé como si no hubiera regreso.

Puedo tener una palabra de consuelo para mí mismo.

1 comentario:

LI-F dijo...

(...)nuestros encuentros en la vida son un momento fugaz que debemos aprovechar con la verdad de la palabra y la sutileza de los sentimientos inmortales....

sonrisa pues....