miércoles, 11 de abril de 2007

Entre signos y respuestas

Seguí tus huellas hasta donde terminó el camino, e intenté descifrar cada uno de tus signos. Esos indicios mágicos eran actos acomedidos, perfectamente mediados por la naturaleza. Sin pensarlo, y en un momento de distracción, el sendero que rodeaba el jardín se bifurcó y me quedé afuera. Me vi forzado a decidir entre dos versiones de mí que se sobreponían y se entrelazaban. Por un lado, mi cabeza afirmaba que las señales podían ser descifradas recurriendo a la semiótica. Era la opción más razonable. Tus palabras, tu proxemia y cada uno de tus actos me dirían exactamente eso que necesitaba saber. Si tú hubieras querido leer los signos en mi cuerpo, fácilmente me habría delatado; por eso, valdría la pena hacer lo mismo para leerlos en ti. Pero una versión alterna de mí se impuso desde la ingenuidad. Las señales mágicas estaban en el aire; en el cosmos y en la incertidumbre misma. Podían leerse en impulsos voluntarios del universo y en designios aleatorios del destino. Mi corazón siempre se había mostrado inmaduro frente a lo que habitaba en mi cabeza. Pero había aprendido a convivir conmigo mismo. Por eso me senté y esperé a que te desvanecieras. Seguramente tendrías que volver por el mismo camino (siguiendo mis huellas).

Mi vida es un relato y mi rostro es la portada.

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