martes, 3 de abril de 2007

Memoria de un sueño compartido

Cada segundo que pasaba significaba que el camino se iba acortando. Los kilómetros se iban en horas, los metros en segundos, y los pensamientos en milésimas de intenciones. La noche nos resguardaba y nos vigilaba en secreto. A la mañana siguiente nada existiría, y tendríamos que ser nosotros de nuevo, distantes; separados por una serie de mal estructuradas cadenas de relaciones humanas. Ella continuaría con su vida y yo con la mía. Era evidente que sólo podíamos compartir el sueño.

Todo es confuso en este entramado al que llamamos vida.

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