martes, 10 de abril de 2007

Intermezzo

La tormenta finalmente se había calmado. Sin embargo, no saltaba de gozo. Estaba absolutamente tranquilo; pasmado. La alegría llegaría algún día, pues me había sido prometida. Después de la tempestad venía la calma, y después la felicidad. Era cuestión de fe. Como siempre. Como todos los días de mi vida. Ya no rezaba por el milagro, solamente esperaba. Estaba escrito, en el Salmo 107. Llegaría a mi puerto deseado.

Mi intervención más profunda fue un bostezo.

No hay comentarios.: